8 may 2014

Entrenamiento mental


Existen muchas maneras de transformar la mente. Dentro del vasto cuerpo de las enseñanzas budistas, hay un género que se distingue por su poder para inspirar, su agudo fervor y aplicación pragmática. Este género es el del entrenamiento mental (o adiestramiento mental), conocido popularmente como loyong. En la lengua Tibetana, ‘lo’ significa actitud, mente, pensamiento o perspectiva; ‘yong’ significa entrenar una habilidad, familiarizarse con formas específicas de pensar, cultivar cualidades mentales o purificar. Entrenar a la mente implica un proceso disciplinado mediante el cual transformamos radicalmente nuestros pensamientos y prejuicios, de una mente naturalmente centrada en sí misma, hacia una altruista, orientada al beneficio de otros.
Aunque todas las enseñanzas budistas en este sentido pueden entenderse como entrenamiento mental, las prácticas de loyong están ideadas específicamente para eliminar de nuestro continuo mental el aferramiento a un yo fantasioso y al egoísmo, junto con todas las emociones y actitudes perturbadoras que surgen a partir de estos dos estados mentales. Esas emociones y actitudes destructivas que nos aquejan, actúan como la causa principal de la existencia cíclica o vida samsárica; una forma de existencia caracterizada por recurrentes dificultades, problemas y renacimientos. Sin embargo, estos conflictos son transitorios. A través del entrenamiento mental, es posible transformar nuestra mente actual y utilizar las circunstancias adversas con las que nos confrontamos en la vida diaria en un auténtico sendero de desarrollo espiritual, conducente hacia la verdadera felicidad. El antídoto al sufrimiento que cotidianamente experimentamos se halla presente en la mente misma; ésta y no el mundo son la fuente de la felicidad y del dolor.
El objetivo primordial del adiestramiento mental es el hacer surgir en nuestra conciencia una actitud propicia para que se desarrolle la preciosa mente altruista de la bodichita o gran compasión. Al llevar a la práctica estas enseñanzas, logramos abrir nuestros corazones a los demás y asumir responsabilidad por los seres que nos rodean.  Estos sencillos pero profundos aforismos nos ayudan a usar las dificultades e injusticias como oportunidades para cultivar la virtud, la paciencia y la perseverancia. Nos señalan la importancia de meditar en la bondad de los demás, al reconocer que la felicidad propia se basa primordialmente en desearle felicidad a otros. Nos recuerdan que debemos desarrollar la humildad y la modestia como métodos para conquistar nuestra arrogancia. También nos enseñan que ese yo centrado en sí mismo y egoísta, que neuróticamente defendemos a lo largo de la vida, es la fuente primordial de nuestro dolor y sufrimiento recurrente, que en realidad no existe de la manera fantasiosa en que lo concebimos.

Yeshe Chekawa

Atisha y Langri Tangpa

Los aforismos del entrenamiento mental tienen su origen en varios textos indios, primariamente en El ornamento del camino medio de Nagaryuna y en el Camino de vida del Bodisatva de Shantideva. Llegaron a Tíbet a través de las enseñanzas del maestro budista indio Atisha Dipamkara—también conocido como Dipamkara Shrijñana (982-1054), quien a su vez las recibió de sus maestros Dharmarakshita, Yampa Nalyor y Serlingpa. Atisha jugó un papel fundamental en la segunda fase de la transmisión del budismo en Tíbet durante el siglo XI, mientras que el principal maestro de la primera fase de transmisión  fue el afamado Gurú Padmasambava en el siglo VIII.

A partir de Atisha se funda en Tíbet la tradición kadampa. Drontömpa, su discípulo tibetano principal, fue su formulador esencial y los tres hermanos kadampas sus principales continuadores. A partir de entonces, las enseñanzas del entrenamiento mental comenzaron a ser transmitidas a través de un linaje continuo de maestros a discípulos.  Resultado de ello fue la composición de varios textos, entre los que cabe destacar Los ocho versos para entrenar la mente de Langri Tangpa (1054-1123), y el Entrenamiento mental en siete puntos de Gueshe Chekawa (1102-1176).

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