28 abr 2014

Lama Tsultrim Impartira enseñanzas de Lo Yong


El entrenamiento mental


Existen muchas maneras de transformar la mente. Dentro del vasto cuerpo de las enseñanzas budistas, hay un género que se distingue por su poder para inspirar, su agudo fervor y aplicación pragmática. Este género es el del entrenamiento mental (o adiestramiento mental), conocido popularmente como loyong. En la lengua Tibetana, ‘lo’ significa actitud, mente, pensamiento o perspectiva; ‘yong’ significa entrenar una habilidad, familiarizarse con formas específicas de pensar, cultivar cualidades mentales o purificar. Entrenar a la mente implica un proceso disciplinado mediante el cual transformamos radicalmente nuestros pensamientos y prejuicios, de una mente naturalmente centrada en sí misma, hacia una altruista, orientada al beneficio de otros.
Aunque todas las enseñanzas budistas en este sentido pueden entenderse como entrenamiento mental, las prácticas de loyong están ideadas específicamente para eliminar de nuestro continuo mental el aferramiento a un yo fantasioso y al egoísmo, junto con todas las emociones y actitudes perturbadoras que surgen a partir de estos dos estados mentales. Esas emociones y actitudes destructivas que nos aquejan, actúan como la causa principal de la existencia cíclica o vida samsárica; una forma de existencia caracterizada por recurrentes dificultades, problemas y renacimientos. Sin embargo, estos conflictos son transitorios. A través del entrenamiento mental, es posible transformar nuestra mente actual y utilizar las circunstancias adversas con las que nos confrontamos en la vida diaria en un auténtico sendero de desarrollo espiritual, conducente hacia la verdadera felicidad. El antídoto al sufrimiento que cotidianamente experimentamos se halla presente en la mente misma; ésta y no el mundo son la fuente de la felicidad y del dolor.
El objetivo primordial del adiestramiento mental es el hacer surgir en nuestra conciencia una actitud propicia para que se desarrolle la preciosa mente altruista de la bodichita o gran compasión. Al llevar a la práctica estas enseñanzas, logramos abrir nuestros corazones a los demás y asumir responsabilidad por los seres que nos rodean. 









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